Por Strozza

Las mil caras de un inclasificable

Cronicas

Las 7 maneras de conocer las vidas fanáticas de Arthur Cravan.

Encasillar a Arthur Cravan dentro de una o varias de las actividades que tuvo durante su vida es menospreciarlo.

Por eso, aquí van una serie (incompleta) de pastillas que intentarán dar cuenta de un (posible) retrato suyo.

1- “- ¿Cómo te llamás? - Alias. - ¿Alias qué? - Alias lo que quieras” (Bob Dylan, en Pat Garret y Billy The Kid)

 

Fabien Avenarius Lloyd nació el 22 de mayo de 1887 en Lausanna, Suiza.

Era hijo de Otho Holland Lloyd y sobrino político de Oscar Wilde, quien se había casado en 1884 con Constance Mary Lloyd, hermana de Otho.

Tras su llegada a París, en 1909, Fabien adoptó el seudónimo por el que todos los conoceríamos de ahí en adelante: Arthur Cravan. Arthur, en homenaje a su admirado Rimbaud; Cravan como abreviatura de Cravans, el pueblo natal de Reneé, su primera mujer. También supo firmar sus notas en su revista Maintenant como Edouard Archinard, W. Cooper, E. Lajeunesse, Robert Miradique y Marie Lowitska.

“Identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular”: la definición del término heterónimo que consigna la Real Academia Española jamás le calzó mejor a una persona, con perdón de Fernando Pessoa.

2- “Detalles sórdidos a continuación…” (David Bowie, “Ashes To Ashes”)

 

Entre 1912 y 1915 Cravan estuvo a cargo de la publicación de la revista Maintenant (“Ahora”, en idioma galo) como dueño de la publicación, (único) redactor, vendedor (recorría París a bordo de un carrito de verdulero y se jactaba de que sus clientes más fieles estaban a la salida del hipódromo) y hasta cadete.

Un verdadero emprendimiento personal. Desde sus páginas, se presenta como un proto dadaísta. Su perfil de André Gide es un paradigma de su estilo. Cravan no duda en presentarse ante él sin haber leído su obra, con el resentimiento a flor de piel por su no defensa a Oscar Wilde en el juicio que lo condenó a la cárcel y lo hace acreedor de más cruel de los insultos: “artista”.

Tampoco duda al momento de cargarse a la pintora Marie Laurencin, amante de Guillaume Apollinaire (ya había calificado al autor de Las once mil vergas como “judío”) y de, a su modo, retractarse: “Puesto que yo he dicho: ‘He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran... en alguna parte para que aprenda que el arte no es una pose frente a un espejo, yo pido simplemente que se debe entender: ‘He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran astronomía en el Teatro de Variedades’”. Asimismo, no perdía la oportunidad para dejar en claro su idolatría por figura de Wilde de forma casi constante, como cuando presenta un (falso) reportaje a Sébastien Melmoth (el nombre que utilizó Wilde en su exilio francés tras su salida de la prisión de Reading).

“Escribo para hacer enojar a mis colegas, para que hablen de mí y para intentar hacerme un nombre”: el tío Oscar bien pudo haber estado orgulloso de las palabras de su sobrino Arthur.

3-“Señor presidente: Le escribo esta carta, que quizá usted lea si tiene tiempo. Acabo de recibir la orden militar para ir a la guerra el próximo miércoles. Señor presidente: no voy a hacerlo. No vine a este mundo para matar gente pobre. No quiero que se enoje, pero debo decirle que mi decisión es firme: voy a desertar” (Boris Vian, “Le déserteur”)

 

Si bien Cravan tuvo una breve trayectoria como ladrón de poca monta, y si bien no había personaje más alejado de cualquier dogma religioso que él, el mandamiento “No matarás” fue una de las pocas normas éticas que respetó a lo largo de su vida.

El temor de que fuese alistado al ejército para servir en la Primera Guerra Mundial fue, quizás, el germen de su nomadismo permanente. Atravesó Europa varias veces con identidad falsa o incluso disfrazado de soldado o travestido para evitar el enrolamiento. Y cuando en los Estados Unidos comenzaron a reclutar extranjeros para el ejército, no dudó en huir hacia México donde sobrevivió en la miseria. Una conducta ejemplar por donde se la analice.

Si bien Cravan tuvo una breve trayectoria como ladrón de poca monta, y si bien no había personaje más alejado de cualquier dogma religioso que él, el mandamiento “No matarás” fue una de las pocas normas éticas que respetó a lo largo de su vida.

4- “Claro que la pelea estaba arreglada: la arreglé con una mano derecha” (George Foreman)

 

En 1910, durante su juventud en Francia, Cravan se consagró como campeón amateur de peso semipesado. La forma en la que ganó el título fue, cuanto menos, dudosa: su rival no se presentó al match definitorio. Seis años después, en Barcelona, se anunció con bombos y platillos una pelea entre Cravan (presentado como “Campeón de Europa”) y el mítico Jack Johnson, primer campeón negro de todos los pesos y una figura icónica para los de su raza (ahí está el disco que le dedicó Miles Davis para homenajearlo), que estaba exiliado en Europa huyendo de una sentencia a prisión acusado de conducir un auto con una mujer a su lado “con propósitos inmorales”.

Cinco mil personas asistieron a la Plaza de Toros Monumental para observar como Johnson noqueaba en sólo seis rounds a un Cravan que, según cuenta la leyenda, subió al ring con una fuerte resaca y arregló la pelea en ese lapso para que el papelón no fuese aún mayor. “Yo sabía que iba a ser derrotado. Debo reconocer que hacía dos años que no me calzaba los guantes”, afirmó un Cravan que como derrotado accedió a una parte menor, pero no por eso despreciable, de las 50 mil pesetas que había en juego. El dinero que ganó por el combate le permitió a Cravan abandonar Europa y establecerse en los Estados Unidos de América, donde brindó la famosa conferencia en la que, borracho como una cuba, se desnudó y fue arrestado por ello, ante el festejo de Marcel Duchamp.

5- “Una corbata bien anudada es el primer paso serio en la vida” (Oscar Wilde, Una mujer sin importancia)

 

“Cuando veo a alguien mejor vestido que yo me escandalizo”. Además de su apego por la polémica y el escándalo, otro de los rasgos comunes entre Wilde y Cravan era su dandismo. Tapados de piel, sombreros bombín, camisas negras (mucho antes de que fueran sinónimo de las huestes mussolinianas), afición por el tango (como símbolo de baile erótico), rechazo hacia lo burgués, en definitiva, estilo, algo que se adquiere por definición y que no se compra con el dinero.

 

6- “El amor es libertad, la libertad es amor. El amor es vivir, vivir el amor. El amor es necesitar ser amado” (John Lennon, “Love”)

 

Y el amor para Cravan tuvo nombre y apellido: Mina Loy, poeta y pintora inglesa, feminista antes que se conociera el vocablo, que supo estar en amoríos con el futurista Filippo Marinetti (de quien Cravan había dicho “No pudiéndome defender en la prensa contra las críticas que han insinuado hipócritamente que me asemejo a Apollinaire o a Marinetti, les advierto que, si empiezan de nuevo, les voy a retorcer sus órganos sexuales”), con Duchamp y con el gran Giovanni Papini. Su primer encuentro, en una fiesta de disfraces, hizo que ella piense que él es un “débil mental”. Pero, al mismo tiempo, se convierten en una entidad indivisible. Mientras ella dominó su espíritu, él la hechizó con la pasión. Una vez más, Cravan temió servir al ejército y huyó hacia México. Ella lo alcanzó tiempo después y se casaron en la pobreza absoluta. Mina quedó embarazada, reúnen un poco de dinero y deciden rehacer su vida en Buenos Aires. Mina compró un pasaje de barco con destino porteño, y Cravan la alcanzaría tiempo después.

7- “En un momento ya no estaré. El momento ya pasó, sí, se ha ido” (Radiohead, “How To Disappear Completely”)

 

Cravan nunca se volvió a reunir con Mina. Que el barco en el que viajaba se hundió en el Golfo de México. Que murió en la frontera entre Estados Unidos y México, a orillas del Río Bravo. O que cambió una vez más su identidad y, como su adorado Rimbaud, se perdió en el fin de los tiempos. Lo cierto es que Mina lo esperó en vano en Buenos Aires y tiempo después volvió a su Inglaterra natal para dar a luz a su hija. Luego volvió a México y inició un periplo por las cárceles aztecas y estadounidenses, acompañada por el Scotland Yard, con resultados negativos. En 1920, de manera oficial, se declaró a Arthur Cravan como muerto. Aunque el hecho de haber escrito versos como “Quisiera estar en Viena y en Calcuta, tomar todos los trenes y todos los navíos” y aquellos que juran y perjuran habérselo cruzado por distintos lugares del mundo y su habilidad para fraguar su identidad hagan que la duda sobre la fecha de su deceso sea eterna.

Arthur Cravan no existió, ¡viva Arthur Cravan!        


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