Genesis tiene una vida de acción, lo supe ni bien la vi.
Su tierno material caribeño anima las fiestas.
Mientras toman vino, cerveza o lo que haya, los hombres y las mujeres siempre quieren acercarse a ella.
Lo supe ni bien la vi.
A la fiesta de la otra noche llegué tarde, y con más vino, después de dejar atrás la discusión con una farmacéutica que no me quería vender el rivotril para el gato; la vi torcer la boca para un lado y los ojos para el otro mientras finalmente me aceptaba la receta. Qué gallina idiota, pensé.
Por eso llegué después que ella aunque desde ese momento, Genesis se convertio en mi deseo de afecto de la noche.
En mi muñeca rusa.
La que alejó mi miedo nocturno de no sentir nada.
Sus amigos comen de su pelo, y en los nidos vacíos que tienen por ojos se les nota que son isleños hambrientos. Reunidos en un corral de recuerdos que se prende fuego.
A medida que filtra el ron, se van soltanto los chivos, gallos y zorros. Genesis me hace sentir una doble potencia, soledad y libertad. Lluvia, viento y sol.
De repente, un recuerdo lanza una flecha y el viento de la casa se detiene: un chivo suelto se para en dos patas y nos habla de frente. "¿Donde quedaba la isla?".
Genesis me toca la mano y me dice que no me vaya.
Ahora soy yo quien puede alejar su miedo nocturno a desaparecer. La abrazo y Genesis se hace carne otra vez, y con su risa mis tripas complotan para salir a abrazarla.
Sus amigos comen de su pelo, y en los nidos vacíos que tienen por ojos se les nota que son isleños hambrientos. Reunidos en un corral de recuerdos que se prende fuego.
De la experiencia le gusta que le haga preguntas.
Sé que con su respuesta quiere llamar la atención de todos.
¡París! ¡Milán! -me dice el gato desde su sueño de rivotril que nos vendieron en Estación Constitución.
Ahora yo retomo mi trabajo y te pesco.
Que ni madre tuviste Genesis y ya te vas nadando, buscando una fiesta para bailar.
Meta revolver el frasco de algas vivas que deseas que sea la vida.
