Tengo que ponerme a escribir.
Y quiero escribir.
No sé si para texto funciona -como para canción- el embuste de esperar diciendo que no se me ocurre nada.
Estuve leyendo y releyendo, últimamente, bastante sobre los 70’s, la época de la aparición de mi pre-conciencia nacional, de la incipiente militancia, de la cercanía al PC en su expresión juvenil, la FJC (“la Fede”) y el desembarco final, aunque con rabietas casi matrimoniales, en el peronismo.
Durante todo mi séptimo grado estaba seguro de que al comenzar la secundaria iba a militar en “la Fede”, pero ocurrieron dos cosas: una el 17 de noviembre de 1972, primer regreso de Perón y enterarme de que mis amigos más grandes, apenas un par de años, habían casi huido de sus casas para atravesar el Río Matanza bajo la represión del Ejército.
Esto, ser muy chico y no haber podido participar, me produjo un estado de frustración que tomó la forma de una gigantesca e injusta (de mi parte) pelea con mis viejos.
La otra fue la campaña electoral por “Campora al gobierno, Perón al poder” que comenzaba con el verano y terminaría con el triunfo del 11 de marzo de 1973.
El niño combatiente
Empecé a concurrir a una U.B. recién instalada en Aguirre y Gurruchaga, en Villa Crespo.
Llegué allí de la mano de mi tío varón, tío de la vida, uno de los mejores amigos y luego socio de mi papá. Allí, en la U.B., escuchaba a los compañeros (hoy diríamos compañeres) hablar sobre Perón y el peronismo, sobre la convivencia de sectores de izquierda y derecha dentro del mismo, sobre la certeza de que el General terminaría inclinándose por nosotros, la J.P, sobre la alianza con la burguesía nacional y mucho, muchísimo, sobre nuestras organizaciones armadas FAR y Montoneros.
Durante estas charlas se me ocurrían miles de cosas que nunca decía o preguntaba por la timidez propia de un chico de 12 años entre gente de 20 para arriba.
Recuerdo dos intervenciones que me llenaron de orgullo: en una, entre tanta teoría y actualización doctrinaria pregunté qué íbamos a hacer concretamente para acercar y acercarnos a los vecinos, fue muy festejada “la participación del más joven de los compañeros”, esto lo dijo el Pampa, un morocho de esos que de tan fornidos “lo miras y te duele”, un compañero de extracción sindical al que tomé como mi protector, con un corazón enorme y que además cantaba y tocaba la guitarra.
Me acuerdo en especial una balada de color folklórico que contaba de la resistencia al secuestro y fusilamiento de Aramburu; “venganza requirió el Señor, la de Aramburu fue mayor…” , así decía una parte y seguía con otras acciones guerrilleras.
Mi otra participación fue en la elección del nombre de la U.B, casi mi recuerdo me dice que lo propuse yo aunque no se en verdad si fue así o apoye la propuesta de otro. Se llamó U.B. Sabelli/Pujadas, por María Ángeles Sabelli y Mariano Pujadas, dos de los combatientes asesinados, fusilados en Trelew el 22 de agosto de 1972, hecho que también me caló muy hondo y me acercó al peronismo. Me llenó de orgullo que mi mamá y mi tía hayan ido al velorio de los combatientes en la sede del PJ, en avenida La Plata.
Del dolor a la canción
Muchísimos años después escribí una letra sobre este tristísimo episodio y la venganza del mismo al ser acribillado desde una moto el responsable militar de las masacre.
La música y una interpretación brillante quedaron a cargo de mi brother, Andrés Calamaro.
televisión/ explicando que los malos se habían escapado/ y por supuesto nadie le creyó/ Y algún tiempo después, el marinero Hermes Quijada/ se enteró de la muerte de aquel monto/ el Gallego Fernández Palmeiro, combatiente del ERP/ 22 de agosto, era el piloto que los llenó de plomo/ los llenó de plomo y se las tomó/ ¡Por el 22, el loco!/ ¡Por el 22!
El 11 de marzo de 1973 fue un día de júbilo, hasta último momento se temía una trampa de los milicos, y yo agrego hoy, en complicidad con los radicales, para una eventual segunda vuelta. No existía la tecnología actual y los cómputos se anotaban lentamente en pizarrones y las variaciones eran muchas.
Recuerdo haber palpitado los resultados en distintos lugares, creo que fue en casa de mi tío varón donde vi en TV a un joven gobernador electo de La Rioja, de patillas prominentes, hablando de las montoneras del Chacho y de Facundo.
No recuerdo dónde estaba cuando pese a faltar centésimos para el 50%, el general Lanusse reconocía el triunfo del Tío. Recuerdo la alegría, los abrazos, el alivio que con el correr de los días que faltaban para el 25 de mayo, se volvió tensión.
El infierno tan temido
“Los milicos no quieren entregar el gobierno”, era una frase repetida una y otra vez.
Pero volviendo a la noche del 11 de marzo de 1973, terminé con mi amigo Fernando y su papá, mi tío Aldo, en el bunker del Frejuli, en Santa Fe y Oro, arriba de donde estaba (o está) la panadería y confitería “La Burdalesa”.
Días con nombres de guerra
Enseguida empezó el secundario, la pertenencia orgánica a la U.E.S. (Unión de Estudiantes Secundarios), que a su vez se dividía en dos agrupaciones que respondían cada una a las dos “orgas” armadas: el M.A.S. (Movimiento Acción Secundaria) a las F.A.R y las A.S.E.M. (Agrupación Secundarias Evita Montonera) a los montos, yo me encuadraba en esta última.
Fue una época de sobrenombres o nombres de guerra, reuniones individuales con compañeros más grandes, casi siempre en bares, o grupales en alguna U.B.
Y muchas, cuando era la casa de alguien, íbamos “tabiqueados”, o sea, sin ver a dónde íbamos. El primero en ocuparse de mi formación fue “el Gallego” un compañero de 5º año de quien nunca volví a saber, ojalá esté vivo y sea feliz.
Con el tiempo conocimos nuestros nombres reales, fuimos a nuestras casas y tuvimos una relación normal de compañeros de colegio.
Sin embargo, quien oficialmente fue “mi responsable” fue otro compañero menor que el Gallego pero mayor (creo que un par de años) que yo: el compañero Patán, con quien me sigo viendo cada tanto y es el conocido periodista y escritor Ricardo Ragendorfer. Un responsable era como la palabra lo indica, alguien que velaba por la formación y las acciones de uno, pero era también para uno. Una especie de “ser supremo” al que se le debía obediencia.
Fue en el marco de esta relación que fui severamente amonestado y hasta amenazado con la expulsión de la agrupación por haber sido visto fumando marihuana en una fiesta.
Todavía lo recordamos y nos cagamos de risa cada vez que nos encontramos. Pero esto ocurrió un poco después, tal vez al año siguiente y yo quiero volver a los comienzos de primer año.
Cámpora ya había ganado pero no asumido, con todos los temores y rumores que ya mencione sobre esto.
Vigilante
El trato con las autoridades, profes y preceptores, era tenso y despótico de parte de estos. El jefe era un poli o ex o servicio o similar llamado Waisman. No recuerdo la fecha exacta pero si no fue el primer lunes después de la asunción anda cerca. Perdón, no conté que se trataba del Colegio Nacional Nº 6 Manuel Belgrano, cito en Ecuador entre Mansilla y Paraguay.
Yo había faltado, je, que raro, jueves y viernes de la semana anterior, y nadie le había avisado a nadie, por eso me sorprendió ese lunes encontrar a todos los alumnos encuadrados o no en las agrupaciones, en la plazoleta de Ecuador y Mansilla.
Al sonar el timbre de entrada comenzamos a marchar coreando la consigna pintada en los 40 metros del paredón de enfrente del colegio: Waisman botón, ni olvido ni perdón.
Al rato de intentar tomar el mando de la situación sin éxito, todas las autoridades se fueron del colegio, Waisman fue retirado con custodia en patrullero, el Belgrano estaba tomado.
Dicen que fue la primera institución pública tomada con Cámpora ya presidente.
Fueron días increíbles, no terminaban nunca las asambleas o generales, o de agrupaciones o simplemente de división.
En estas los militantes aunque supuestamente no, tratábamos cada uno de llevar agua a su propio molino. Estaba por el F.L.S. (Frente de Lucha Secundaria), “el Aleman”, hoy el Dr. Germán Insua, un convencido compañero peronista y uno de mis dos más viejos y actuales amigos; hablaré del otro después.
Por la Fede estaba Gabriel H, a quien volví a ver en los 80’s y sólo sé de él por haber sido un representante de artistas y empresario de perfil bastante alto. A él solo lo menciono con iniciales porque, a diferencia de los que si nombro por completo, no tengo cómo comunicarme y pedir su autorización; y finalmente yo por la U.E.S.; o sea, el P.C, la izquierda guevarista y la gloriosa J.P.
También había guitarras, picaditos en el patio de atrás, a veces con pelota, casi siempre con lo que fuera y hasta un polígono de tiro casero instalado por unos personajes ultranacionalistas, más que dudosos, pero que bancaban la toma.
Hace frío
La noche era más turbia, quedábamos pocos, hacía frío y todo el tiempo había miedo y alguna versión de que venía la yuta, o los fachos o todos juntos a recuperar el colegio. No olvidar que el gobierno popular gozaba de infinita fragilidad.
Una noche un compañero del Rev. de Mayo, “el Revoluta” mismo colegio pero a la noche, entro presuntamente borracho y tirando un tiro al aire, se apodaba “Delirio” y era, decían, hijo de un diputado peronista. Dormir en las divisiones era duro, por el frío y por los pupitres objetivamente duros, por eso cuando te tocaba rectoría con su alfombra y estufa, estabas de fiesta.
También salíamos a apoyar otras tomas y en esas noches dormí en el Bs. As., en el Pelle y en el Liceo 1 de Srtas, seguramente con la ingenua expectativa de tener suerte.
El Tío y todos a Devoto
Volviendo en el tiempo quiero ir al 25 de mayo de 1973, la asunción del Tío. Con la plaza a reventar, los presidentes socialistas, Dorticos de Cuba y Allende de Chile; y diputados y dirigentes de la J.P, como Leonardo Betanin y Rodolfo Galimberti adentro de la Rosada.
Una tensa pero jubilosa convivencia en la Plaza con las columnas sindicales que respondían al poderoso líder de la U.O.M. Lorenzo, “el Loro” Miguel.
La patria socialista vs. la patria peronista.
Y de repente, sobre la tardecita, tal vez antes, la verdad no me acuerdo, empezó a correr la voz “todos a Devoto”.
Ya a esta altura yo con mis 13 años estaba perdido de todos mis compañeros así que comencé el camino a Devoto sin saber siquiera dónde estaba.
Quiso el destino que desde un auto con una credencial de libre circulación (nunca supe que decía) y enfundado en banderas rojinegras de la “tendencia revolucionaria” de la J.P, alguien me gritara “nene, ¿vas a Devoto vos también? Subí, vení con nosotros” . Eran tres chabones entre 30 y 40 años, con pinta de muy pesados que se pasaron el viaje hablando con familiaridad de nombres que yo solo leía en los diarios, y con preocupación por cómo se podía poner la cosa.
“Nene si ves que se pone feo, ya suficiente valentía estas mostrando” Y llegó un momento, horas después, que sin estar seguro de si era feo o no, me empecé a alejar hasta encontrar un colectivo que decía Plaza Once y me volví.
Estaba agotado, de cansancio real, de orgullo y de miedo. Termine de seguir la liberación de los combatientes desde casa donde hubo un estallido de alivio en mi familia cuando puse la llave en la puerta. Yo había estado ahí en el día más importante de la historia de la humanidad.
Pasaban decenas de cosas por día y tendría que recurrir a un archivo pero prefiero escribir lo que me acuerdo y lo siguiente que me acuerdo es nada mas y nada menos que el 20 de junio de 1973: Ezeiza.
Estaba agotado, de cansancio real, de orgullo y de miedo. Termine de seguir la liberación de los combatientes desde casa donde hubo un estallido de alivio en mi familia cuando puse la llave en la puerta. Yo había estado ahí en el día más importante de la historia de la humanidad.
El Regreso
Nos juntamos en el Belgrano, temprano a la mañana, era todo alegría, volvía Perón.
Estar con mis compañeros de la agrupación y del colegio era mi mejor compañía posible, sin embargo por más que hago memoria sólo me acuerdo de dos personas: el Pato Fellini, mi querido Pato, líder del M.A.S. de quinto año, siempre me cuidó, me protegió, “venite al M.A.S.”, me decía siempre con su voz ronca y sus camisas blancas con volados, grises de mugre.
Pato, una de las miles de víctimas del proceso.
Del otro que me acuerdo es del Negrito Toranzo, uno de los pocos de mi mismo año aunque distinta división.
Nunca volví a saber de él, al menos tampoco supe nada malo. Marchamos a Plaza Once y allí empezaron a repartirnos en distintos bondis que nos dejarían en Gral. Paz y Richieri, de ahí a caminar. Lo recuerdo, yo era, soy, muy vago, como un trayecto agotador.
Me parecía re loco que cada tanto pasaba una ambulancia y atrás un grupo de pibes corriéndola, abriéndose camino.
La cantidad de gente era enorme, nunca viste y yo pensé “hay mucha mas gente que en Woodstock”; se cantaba sin duda la marchita y muchas cosas más, pero me acuerdo, no me olvidé nunca de una “a la pelotita, a la pelotita, a la pelotita, que Perón esta cerquita”.
No sé a qué canción original correspondía la melodía, pero el que quiera saberla me contacta y se la puedo cantar.
Llegamos exhaustos a un lugar de privilegio: entre los francotiradores en los árboles y el palco, nos dejamos caer acostados y asi estábamos cuando después de advertencias desesperadas por los micrófonos empezaron los tiros.
Algún tiempo después, alguien dijo que eso, estar acostados fue el motivo por el cual sólo hubo una baja entre los secundarios, se llamaba Hugo Omar Lanvers y era de zona sur, nunca lo conocí pero nunca me olvidé su nombre.
La cantidad de gente era enorme, nunca viste y yo pensé “hay mucha mas gente que en Woodstock”; se cantaba sin duda la marchita y muchas cosas más, pero me acuerdo, no me olvidé nunca de una “a la pelotita, a la pelotita, a la pelotita, que Perón esta cerquita”.
Demasiado joven para morir
Los tiros, cuando te pueden matar a vos o a otros alrededor, suenan completamente distinto a como suenan en el cine o la tele e incluso también a como suenan tirándole a una lata o a una botella o blanco de papel, suena más seco mas “PAC” o “TAC”, suenan a pánico… Enseguida hubo un desbande general, corrí sin saber, instintivamente hacia el bosque, me apoye contra un árbol y repetí a los gritos “tengo 13 años, no me quiero morir”.
Dios me mandó al gordo Javier del Avellaneda, que me dio vuelta la cara de un bife para que reaccionara.
En realidad si Dios hubiera existido todo eso no debió pasar y si existía y pasó era un libretista muy sádico.
Cuando me tranquilicé, el Gordo me dio la mano y me dijo “no me sueltes, vamos a salir de acá”.
No supe cómo pero enseguida estábamos sobre la Richieri, los tiros seguían y cada tanto gente corriendo como si les vinieran atrás.
Los tiros, cuando te pueden matar a vos o a otros alrededor, suenan completamente distinto a como suenan en el cine o la tele e incluso también a como suenan tirándole a una lata o a una botella o blanco de papel, suena más seco mas “PAC” o “TAC”, suenan a pánico…
Después solo caminábamos, callados, todo el mundo se había callado y solo se oían las sirenas de las ambulancias que se abría paso y después volvía el paso lento y el silencio, la amargura.
En unos monoblocks, no sé dónde, vimos el colectivo 36 que iba a Plaza Italia, nos subimos, tardó o pareció, una eternidad en salir.
No me acuerdo dónde se bajo Javier, tampoco si lo volví a ver, creo que sí.
Yo me bajé en la calle Araoz, a tres cuadras de dónde vivía.
Si el 25 de mayo me esperaban preocupados, ahora me estaban velando.
Chau Tío chau
El 13 de julio renunció Cámpora.
La sensación era muy ambigua, se terminaba el sueño pero se abría el camino a la tercera presidencia de Perón. Hoy, que Perón me perdone, hubiera elegido que el sueño continuara.
El 11 de septiembre el sangriento golpe de Pinochet voltea a Salvador Allende, la voz oficial dice que el Chicho, cercado en la Casa de la Moneda (la Rosada chilena) se suicida.
El 12 o 13 salimos del Belgrano todas las agrupaciones juntas, pasando por muchos otros colegios donde se nos iban sumando y reuniendo con otros.
Ocupamos de punta a punta las escalinatas del Congreso, la vereda y la Avenida Callao, miles y miles, el grito era “Allende, Allende, no se suicidó, lo mataron los yanquis la puta que los parió”.
El 23 de septiembre la formula Perón-Perón supera el 60% de los votos y el 25 un comando asesina a Rucci, secretario general del CGT, de 23 balazos, el ingenio popular lo apoda “traviata” por una propaganda de la galletita homónima que decía “¿contó los agujeritos?”. Eran 23.
Estúpidos Imberbes
Los montoneros nunca se lo adjudicaron. Por supuesto que pasaron mil cosas pero voy a saltar al 1 de mayo de 1974, otra vez Plaza de Mayo, el reclamo de la organización gritaba “un año de gobierno popular, hay presos peronistas que pasa General”.
La respuesta furiosa es la de “esos estúpidos imberbes” y los montos, la JP en todas sus expresiones se (nos) va de la Plaza.
La bronca, la decepción, la incredulidad eran muy grandes.
¿Perón había finalmente coptado por los otros?
No recuerdo mucho de mí en el tiempo que siguió, un poco deje todo, un poco me reunía con compañeros del peronismo de base y de la izquierda. Pero lo seguí a Manolo.
¿Se acuerdan que dije que de mi otro más viejo amigo iba a hablar más tarde?
Bueno, más tarde es ahora.
Manolo es Fernando Melillo, quien probablemente fue mi amigo desde que yo estaba en la panza de mi mamá. Yo lo seguí en séptimo grado cuando el ya en el Nacional Buenos Aires militaba en la Fede y lo seguí al peronismo cuando supe que había cruzado el puente 12, y muchísimos años después lo seguí a una militancia distinta, en el cambio de década 80/90 en la renovación peronista como subsecretario de juventud de la Ciudad.
Una trompada memorable
Pero en ese momento, en el 74, lo seguí a la lealtad, una división de la JP. Los hasta hacia poco compañeros nos odiaban y nos llamaban traidores, para mi, ellos eran “compañeros equivocados”.
En esos días en el Belgrano me comí una piña memorable. Me la dio Ricardo Cárcova, un compañero del P.C, creo que después emigró a Montoneros, otro del que no supe nunca más, otro de los que desearía, deseo, que esté vivo.
(Una fuente de último momento me dice que después de su militancia se convirtió en un gran fotógrafo)
Resulta que había una huelga docente de la CTERA, un gremio controlado en esa época por el P.C.
Pero los pibes, en las divisiones, habían votado con lógica pero poca solidaridad, que los profesores no hacían nada por ellos y entonces no iban a exponerse a faltas y/o sanciones por apoyarlos.
Yo, subido a una pared de poco más de un metro y agarrado de unas rejas que la seguían arengaba entonces a entrar al colegio, entonces Carcova, que no era alto, pegó un salgo y me partió la boca. Enseguida aparecieron unos monstruos nacionalistas que convivían en la lealtad queriéndolo ir a buscar, y yo, tal vez sintiéndome Trotski después del ataque de Mercader les pedí que lo dejaran.
La última sinfonía
En junio, el 12, fue el último discurso del viejo, el de “llevo en mis oídos, la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo”.
Sentí que todo cerraba para bien, que Perón era el Perón que queríamos, que la lealtad había sido el camino correcto.
Pero 15 días después, el 1º de julio, todos los “perones” se mueren en un mismo cuerpo.
No había especulación en la muerte.
En medio de un despelote total empezamos a organizarnos para despedirlo en el Congreso.
Los compañeros de la tendencia, mis compañeros equivocados, los que nunca se habían reconciliado con Perón, estaban muy lejos de nuestro alcance en organización; todos, pero todos, tenían su brazalete negro a los pocos minutos de la noticia.
Evidentemente lo llevaban en el bolsillo hacía días y eso me daba mucha bronca.
¿Por qué? No sé… Ya en la fila hacia el velorio también cerraban las columnas con compañeros con palos, como en las marchas más bravas.
Nosotros fuimos como pudimos.
Paradójicamente éste, el velorio, iba a ser el tema central y me acuerdo muy poco.
Pasó un día con su noche y la lluvia, veo Cerrito y el Teatro Colón. Ya en un momento no tenía un solo conocido alrededor.
Estaba empapado y me fui a casa a cambiarme, creo que me dormí un par de horas.
Volví y pude con mucha conversación meterme en la fila en Rivadavia y San José, era más que lento, era inmóvil.
Llegó la noche otra vez.
Ya muy tarde, no tuve más esperanzas en llegar.
Me fui, me rendí.
No me acuerdo nada mas hasta el día siguiente, mirando por la tele con mi hermana Fabiana, lloré, lloramos abrazados, mucho. Después por algún tiempo traté de bancar a Isabel, no me salió.
Me dediqué a otras osas, nunca dejé de hablar con los pibes en el colegio, militantes y no.
Al otro año, El Golpe, el exilio, México, sexo, drogas y rock and roll. Pero eso es otra historia.