Con ustedes: mi mejor amiga.
No tengo paciencia para una visita.
Ni para llamar a alguien, alquilarle la oreja e interrogarle.
Fui a la heladera, me comí unas uvas para engañarme hacia abajo y hacia adentro.
Peor, es tal la insatisfacción, que estoy pensando en llamar al transa y decirle traeme una grande de jamón y queso que no tengo hambre.
Ya le dije: volvé a casa que te extraño. Ya tiré la red en el océano y todavía no atrapé un pez. Uno.
¡La puta que lo parió!
Estoy cara a cara con el aburrimiento y quiero meterle un cachetazo y afirmarle: “no”.
Pero eso es lo que está haciendo él conmigo.
Me ganó de mano el pendejo y me tiene maniatada, histérica como pantera enjaulada.
Es tal la insatisfacción, que estoy pensando en llamar al transa y decirle traeme una grande de jamón y queso que no tengo hambre
Mi propia caníbal
Si me comiera las uñas ya estoy caníbal de comerme los dedos, ¿se dan cuenta qué injusticia?
Hija del rigor, tengo la voluntad perdida.
La motivación de un muerto.
Pedí el libro de quejas y me mandaron a terminar sala de 4.
Pensar en hacer un esfuerzo me revienta porque quiero algo a cambio antes, sí o sí.
Que ya de pensarlo tampoco siquiera me calma.
Callejón sin salida, es tal la impotencia que soy un niño sin golosina. Esclavizaría la humanidad entera con tal de escapar.
Y a conciencia.
Maldiciendo a todo ser “respetable” , burlándome del temple y de los sabios hasta estrolarme de frente con toda, quedar en inferioridad de condiciones y aun así, seguir.
Callejón sin salida, es tal la impotencia que soy un niño sin golosina. Esclavizaría la humanidad entera con tal de escapar.
Seguir maldiciendo a gritos a quien siquiera se anime a querer ayudarme, por imbécil.
Porque para un desilusionado no hay nada más que aferrarse a la terquedad.
Meterse a la licuadora, y quedar dando vueltas hasta hacer todo trocitos.