No me estás buscando, pero nos encontramos y de sólo mirarte me bajás del podio al que me había subido.
Llevo 32 partidas ganando al solitario, lo que se dice una win win situation.
Querés irte con otra, lo sé, pero ya nos chocamos y quedamos pegados.
Nos pasa siempre.
Llegando a la Shell me mostrás tu cicatriz nueva.
Eso te pasa por emborracharte en Costanera Sur y volver cantando a los gritos. Te diría.
Dan ganas de afanarte el alma. Pero nosotros no nos retamos.
No es mi problema, te justificás, tener un auto caro y escuchar música fea, el tipo se merecia el insulto.
Tiene razón, nunca me casaría con un pollo así.
Arquímedes no para, se los digo.
Una vez hizo una gran película y unos años después se mando solo a Cannes, Arquímedes tiene varios negocios paralelos por eso tiene plata pero se la gasta.
Es un eslabón perdido.
Pero ahora estas acá, volviste con nosotros. Y no hay caso, te querés emborrachar otra vez, sos inefable, pero yo te freno. Es que nosotros somos más, somos un millón de cuerdos. Somos una voz por segundo en tu cabeza.
Te vigilamos oníricamente y a cambio te aseguramos unas horas de descanso, es que sino no parás, Arquímedes.
Entonces yo te pongo un almohadón en la espalda, no me gusta verte hundido. Sos de esos que se duerme sentado y con la mochila puesta.
Nosotros somos más, somos un millón de cuerdos. Somos una voz por segundo en tu cabeza.
Pero antes de dormirte me contás tus futuros proyectos: escribir tres libros para tener una jubilación digna y morirte a los 50.
Pero yo no la veo, eso de digno y muerte a la vez. No te podes desatormentar y querer sentir el soplo del viento.
Esas cosas vienen juntas, como vos y como yo.