Por Calamaro

24M

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Un imprescindible y profundo análisis de la época del horror y de una generación silenciada. Nunca más.

Algunos recordamos un día como hoy que no va a olvidarse nunca. Los días previos al 24M fueron días normales, seguíamos tomando el colectivo para ir al colegio.

El malestar con el Gobierno era habitual, dos años antes se había roto la relación entre el General y los grupos revolucionarios; fue una ruptura extremadamente pública, ocurrió un primero de mayo, y con la plaza llena.

El viejo murió dos meses después, y la aniquilación de los militantes fue paulatina.

Casi cuatro años antes del día amargo, en agosto, la fuga de cuadros de las organizaciones guerrilleras, resulta trunca y trunca la vida de doce jóvenes, asesinados en la que se conoce como la masacre de Trelew.

Podemos suponer que la guerrilla popular estaba mermada en marzo del ´76. Fue una intervención política total, la democracia parlamentaria suprimida; fue una intervención económica, social y criminal. La aniquilación y el expolio.

Algunos consiguieron llegar con vida a otros países, a veces condenados a la sospecha de haber sobrevivido a detenciones terribles.

Muchos otros seguimos viviendo nuestra vida.

El fantasma verde

En una normalidad policial, conviviendo con el fantasma de los Ford Falcon, esperando que se vayan.

Apenas un puñado de señoras fuertes y angustiadas, salieron a la calle a reclamar la vida de sus jóvenes hijos.

El 30 de abril, en 1977, las Madres, conocidas como las Locas, estaban dando la cara por sus chicos sin aparecer. Cuando se celebran los mundiales de futbol, la delegación holandesa de fútbol recibe documentos de las Madres; probatorios y denunciando esta masacre.

Aquellos primeros artículos, de difusión europea, fueron conocidos como “campaña anti argentina”.

Un solo estadista europeo reconoce la brutalidad de la dictadura, es Sandro Pertini, premier italiano, que recibe a las Madres de la marcha, con honores. Cuarenta años después, esa marcha no se detiene.

Los daños de la dictadura son incalculables, fue más que una generación silenciada, asesinada o en el exilio; fueron nuestros potenciales maestros, periodistas, artistas, profesores, líderes, hermanos, los cuadros ideológicamente puros. Como medir lo que nunca se tuvo, no lo sé.

En una normalidad policial, conviviendo con el fantasma de los Ford Falcon, esperando que se vayan. Apenas un puñado de señoras fuertes y angustiadas, salieron a la calle a reclamar la vida de sus jóvenes hijos.

Acaso un número terrible que nos recuerda el alcance criminal de aquel marzo. Esta época infame, merece un estudio individual: Saber de los centros clandestinos de concentración, de la crueldad insólita, del país regado en sangre y miedo.

Nunca vamos a saberlo todo, pero es mucho más, además de esperar -de luto- cada marzo. No gritamos los goles del mundial de fútbol, acaso sí, terminó siendo un lapsus de anarquía y pueblo en la calle, por razones equivocadas pero en la calle al fin.

Creímos respirar la libertad, pero era otra cosa. Persistían la propaganda y el asesinato. La cúpula militar en su rosca política interna, el apoyo financiero de los Estados Unidos era descarado.

Se puede decir, no sin espanto, que pagaban en dólares cada cabellera sospechada de comunista. 30.000 es un número, Desaparecidos es una palabra.

Los daños de la dictadura son incalculables, fue más que una generación silenciada, asesinada o en el exilio; fueron nuestros potenciales maestros, periodistas, artistas, profesores, lideres, hermanos, los cuadros ideológicamente puros. Como medir lo que nunca se tuvo, no lo sé.

Son funcionales a la ley y la justicia; pero nuestra es la responsabilidad de estudiar, de saber lo que pasó, por qué ocurrió, quiénes dieron la vida y quiénes fueron los cómplices de el destino que refluye sus alas negras en nuestra nación.


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