Uno de los temas fascinantes del lenguaje es el que refiere a las acciones humanas con las palabras que tienen doble uso. Siempre di el ejemplo de poder, que es un verbo y como verbo es extraordinadro. Pero como sustantivo es nefasto. Orden es peor. Tiene tres significados. Dar una orden, establecer un orden y formar la Orden, con mayúscula.
También sucede lo mismo con la palabra acto, que se refiere a una acción y también a una de las partes fundamentales de una obra de teatro. El actor es un hombre que simula ser otro. Cuenta una mentira, y lo más notable es el que publico le cree. Y su talento es la capacidad de simulación. Lo convierte en un mito. Y a veces es tan eficaz que convence a los espectadores de que sus acciones son reales.
El actor es un farsante. Se traiciona a sí mismo tratando de ser otro y al mismo tiempo es un ser capaz de ser efectivamente otro. Pero distinto de la simulación teatral es el fingimiento. Que existe en la relación entre las personas. No hay hombres que no hayan fingido nunca en su existencia. Cuando sos niño, fingís casi sin darte cuenta que lo estás haciendo. La masturbación, las actividades secretas que tienen su propio lenguaje y territorio nos convierten en traidores de la verdad.
Paradójicamente, en el griego, la palabra fingir proviene de paredeiso: paraíso. Fingir es el paraíso que perdimos.
Si bien fingir no es una acción desleal en sí misma, hay distintos grados de traición a la verdad. Cuando yo me masturbaba, evitaba que mis padres supieran. Cuando entraba mi madre fingía que estaba haciendo otra cosa.
Ese fingimiento es producido por el impacto nefasto de los pactos. Los pactos familiares, vecinales, amistosos, o amorosos son la verdadera traición de la verdad. No hay que establecer pactos.
El fingimiento evita esos pactos. Trata de hacerlo.
Se fingen orgasmos, amores, deseos, lealtades, sentimientos, peleas, sensibilidades. Fingen los ladrones, los amantes, los cantores, los periodistas, los políticos, los poetas, los toreros, los oficinistas, los traidores. Finge desde el carnicero simpático con los clientes hasta el político que saluda pobres en época de campaña.
La fragilidad del fingimiento queda expuesta o manifestada por el psicoanálisis que descubre los más abismales pactos que uno ha ocultado en su conducta. Nuestros actos nos deparan, entre otros sentimientos, mucho dolor por el pasado.
Todos intentamos sepultar el pasado en una acción nueva del presente.
Lo hemos intentado y hemos fracasado casi siempre.
Más sabios que los humanos, los animales fingen hasta su propia muerte. Por ejemplo, en el sur de Brasil, la rana hojarasca y el sapo bombina se hacen los muertos poniéndose de espaldas, cerrando los ojos y estirando sus patitas. He conocido pocos hombres íntegros con la capacidad de esquivarle su consciencia a la culpa. Porque el fingidor en realidad se está fugando de una culpa y de una deuda que no puede pagar con su propia consciencia.
Fingir es implicarse en un dolor que no debería doler. Un dolor que nos involucra en un crimen que no hemos cometido.
Foto: sss