Por Caparrós

El odio, el inodoro

Cronicas

Anticipo exclusivo del gran comienzo del libro que Caparrós aún no se atrevió a publicar.

1.      

 

Allí fue que murió

y sé que fue a los gritos.  

 

Sé que murió en un baño, sentado sobre el inodoro, y ahí quedó. Sé que era madrugada, que había pedido ayuda, que a los gritos pidió ayuda pero nadie fue, que lo encontraron muerto. Me pregunto –me he preguntado muchas veces– si me da placer imaginarlo sentado en su inodoro, desangrándose, cagándose, gritando para pedir ayuda, consciente o ignorante de que la vida se le está yendo por el culo. Me pregunto –las veces– si se agarró a la taza, si apretó los esfínteres para atajar la sangre que se iba, si rechinó los dientes o la dentadura, si le dio asco la sangre con la mierda o miedo la sangre con la mierda o desesperación la sangre con la mierda, si intentó algo o ni siquiera tuvo tiempo o si lo tuvo para saber que no valía la pena intentar nada, que ya estaba.

Si pensó en algo, en qué.  

Si trató de encomendarse a un dios.

Si pensó que un dios lo salvaría.

Si imaginó que no querría salvarlo.  

Si paladeó el terror de dios.  

La imagen me da vueltas. No puedo decir que me obsesiona: a veces se me va semanas, meses; después vuelve. Me da vueltas: la imagen me da vueltas.

Quizá me da placer.  

Es raro preguntarte si algo te da placer: ¿te gusta? ¿La estás pasando bien? ¿Lo disfrutás? ¿Preferís imaginarte a ese viejito temblando sobre el inodoro aterrado sobre el inodoro que, digamos, recordar ese polvo que, en su momento, te pareció incluso recordable? ¿Preferís el viejito que un buen vino? ¿El viejito temblando que el olor de la tierra mojada al caer la tarde? ¿El temblor del viejito que un verso del maestro? ¿El terror del viejito que un caño del maestro?  

La imagen: el viejito muriéndose de sangre, muriéndose de mierda, muriéndose de madrugada, gritos.  

¿Diciendo ay dios ay dios?  

¿De verdad creería que hay un dios?

¿De verdad, en el fondo del fondo, sin las dudas, con esa convicción completa que parece diseñada para simples y para perezosos, lo creería?

¿Pensaría que ese dios sí sabría reconocer que lo había hecho por él, que fue un caballero cristiano, que se sacrificó por él, que por él hizo cosas que muchos no entendieron, que sabía que lo pagaría pero que igual decidió hacerlo porque era un caballero cristiano, que se sacrificó por él, que si mató como mató fue para él, que si mandó matar fue para él, que él debería saberlo y va a saberlo o de pronto tendría miedo de que su dios sea un dios y sepa realmente: que sepa que lo hizo por tantas otras cosas –ambición, codicia, lujuria del poder, apetito del bronce, ceguera, desenfreno, confusión, debilidad, pereza, convicción histórica o política, el más necio de los aburrimientos, la ignorancia– y que sólo su tontería le hace pensar que lo puede engañar, que siempre tan idiota, que para qué sirve engañar a un dios, que si es un dios no puede engañarlo y si puede engañarlo no es un dios y entonces para qué querría engañarlo y así tan triste así agarrado a la taza cerrando los esfínteres me pregunto si me da gusto, placer, cierta alegría?  

(Y puedo contestar lo que se me cante el reverendo ojete porque yo sí sé que no hay dios: que nadie sabe.)  

Que sí: que puedo atribuirle los pensamientos que se me cante pero que eso no es lo que importa, lo que importa es la imagen: un hombre viejo flaco dolorido asustado, que no sabe qué le está pasando pero lo sospecha y prefiere pensar que no lo sabe, retorcido por los retorcijones, asustado por los retorcijones, por la sangre y la mierda y la vida que se le escapan por el culo ahí, ese inodoro viejo de una cárcel, la carne magra gris sobre el asiento de inodoro de plástico gastado, los pantalones del pijama a media pierna, caídos sobre los pies caídos, un viejo muerto de miedo ante el miedo de estar muerto casi muerto a punto de estar muerto y no lo entiende y grita y se mira los pies el pijama caído las rodillas temblando todavía temblando todavía mientras hay miedo hay esperanza: mientras hay miedo hay esperanza.  

Pero no puede –supongo que no puede– pensar que mientras hay miedo hay esperanza porque tiene tanto miedo demasiado miedo.  

Que está perdiendo la esperanza.  

Cuando el cuerpo se te escapa, cuando un dolor viene a cubrir otro dolor, cuando los jugos se te escapan, la sangre y el suero y el sudor y los dolores se te escapan, la mierda también jugo se te escapa, cuando todo se escapa y el dolor y los dolores y no hay manos ni lágrimas ni plegarias ni gritos que los puedan  

(Lasciate ogni speranza, dijo, para ser un poeta. Y alguien dijo, alguna vez, la justicia poética. Me gustaría saber qué quiso decir ése que dijo la justicia poética. Me gustaría contestarle. Para contestarle puedo elegir saber qué dijo o no saberlo. Pero sé que alguien dijo, alguna vez, hablando de él, la justicia poética. Es una estupidez como una casa, la justicia poética. No es justicia, la justicia poética, ni poesía: es un viejito agarrado al inodoro, muerto de miedo sangre y mierda, pura prosa, pura injusticia en prosa.)  

Injusticia: sufre solo, teme, muere solo. Injusticia: no sufre suficiente. Injusticia: pensar que hay sufrimiento suficiente. Quién dice cuánto es suficiente.  

Quién dice, sobre todo, cuánto es justo.  

Oh dios oh dios oh dios oh dios, uno de ellos.    

(Principio de un libro homónimo que probablemente no me atreva a publicar).

Foto:

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