En los últimos años, el noereste del Downtown de Los Angeles ha ido restaurando edificios y renovando su ambiente desastrado, atrayendo a hípsters y empresarios jóvenes que han abierto tiendas, restaurantes y galerías, alojando en lofts a artistas plásticos que huyen de los altos alquileres de New York o de otras áreas del mismo Los Angeles.
Parece que poco a poco está cambiando la idea preconcebida que todos tenían de la ciudad, convirtiéndose ésta en una de las capitales mundiales del arte. New York, lo siento… deja paso que ¡L.A. viene con todo!
En 2016, la galería Hauser & Wirth abrió sus puertas en el Art District del Downtown angelino.
Fue en una antigua fábrica de harina, montando un conglomerado con tres salas más un restaurante chic, una book-store y una tienda de regalos donde todo es más caro que en cualquier otro lugar donde encuentres ítems parecidos.
La galería ofrece charlas y exhibiciones, representa a artistas consagrados y tiene sucursales en Zurich, London, Hong Kong y NYC. Entre sus nuevos fichajes se encuentra Mark Bradford (Los Angeles, 1961), que en poco tiempo se ha convertido en la sensación de la pintura abstracta afro-americana.
“New Works” es su primera exposición en la ciudad después de casi quince años. Bradford fue niño en South Central L.A., una de las zonas calientes de la ciudad, donde estallaron los riots del 65 y, más recientemente, en el 92, tras la paliza que recibió Rodney King a manos de la policía cuando estaba siendo arrestado.
Siendo un joven adolescente se mudó con su familia a Santa Mónica en un intento de mejorar su seguridad y educación. A los catorce años y ya alcanzando los dos metros y algo de estatura, Bradford se cuestiona su sexualidad y encuentra refugio en los comics.
Los superhéroes no se asemejan a él, más bien parecen querer reflejar una civilización en esteroides.
Con reminiscencias de trabajos anteriores (circa 2001) en los que trató temas como la raza, el género y el deporte, y con una clara inquietud global sobre la inmigración e identidad, los recientes trabajos expuestos en Hauser & Wirth-LA, están hechos con la misma fisicalidad, profundamente tallados, arañados.
Son trabajos mixtos que avanzan en las exploraciones previas de Bradford sobre la homofobia y el racismo en Estados Unidos, explotando esta rica veta de motivos abstraccionistas y medios callejeros.
La combinación de materiales de baja cultura y arte de alto nivel es visualmente y narrativamente irresistible.
Siguiendo la evolución de su uso de imágenes corporales, los vasos sanguíneos y la piel se transforman en mapas emocionales de centros urbanos; y las historias ocultas, son descubiertas con papel de lija, combinando el papiro arquitectónico y la visión artística.
A través de las más variadas máscaras, aumenta la lente exponencialmente, como haciendo una inmersión profunda en un mapa de Google, desde el espacio, hasta la acera. Sus superficies, orgánicas y geológicas, son vertiginosas.
Estas obras aglutinadas en “New Works” son impresionantes en su belleza, fractales en su complejidad, profundas en sus evocaciones estratégicas de la historia del arte. La nueva serie se siente más explosivamente visceral, con una paleta de colores más espeluznante que la empleada en sus trabajos anteriores.
Si hiciéramos un símil musical, estaríamos hablando del rap de Kendrick Lamar dándose la mano con el saxo de jazz del más atrevido Kamasi Washington.
Ahora, en lo que es quizás su aspecto más personal, Bradford mira hacia adentro, retoma su vida en el atelier y muestra un lado completamente nuevo de sí mismo: un enorme admirador del cómic. La gran densidad de patrones, texturas y detalles de imágenes parciales, contienen contradicciones y multitudes, formando una cosmología interminable de palabras e imágenes.
En las diez nuevas pinturas del artista, lo mismo utiliza carteles de comerciantes, que recortes de revistas y diarios o fondos de pantalla, para construir significado, contexto y comentario social. Consiguiendo, en lugar de arte Pop, puro expresionismo abstracto.
Entre las diez obras expuestas destaca una, dedicada al pintor abstracto afro-americano Jack Whitten (1939-2018). Con una generación de diferencia, tanto Bradford como Whitten poseen enfoques únicos sobre la abstracción, habiendo dedicado ambos, gran parte de su trabajo, al examen de importantes asuntos políticos y sociales. Los dos artistas entablaron amistad y esto provocó en Bradford una búsqueda, tratando de mirar a un linaje artístico.
Así, descubrió a los pintores abstractos más innovadores del arte contemporáneo. Primero, a Norman Lewis (1909-1979), luego a Romare Bearden (1911-1988) (que trabajó con todo tipo de medios, incluidos caricaturas, óleos y collages) y también a Sam Gilliam (1933), con sus explosiones de color y telares gigantescos.
En una época en la que se esperaba que los artistas afroamericanos exploraran su experiencia racial a través de la representación, la figuración y la narración, las prácticas de Romare Bearden liberaron a Whitten para trazar su propio camino haciendo de él un pintor abstracto inventivo que constantemente desarrolló su práctica conceptual, confiando en la materialidad y la espiritualidad para representar el contenido, explorando la tecnología y la metafísica.
Los que le conocen, tratan de buscar a Mark Bradford en su trabajo. Pero lo que creen que encuentran, es tan solo una versión de él, no tan inexacto como completamente incompleto.
Éste es su propio paisaje emocional. Su don para mantener la gracia y el humor en su compromiso social le hacen afirmar que, bajo la presidencia de Trump, hacer arte es como trabajar "en un edificio en llamas".