Pasan los vecinos por el pasillo del tiempo que esta calle atraviesa
No son almas ni personas
no son hombres ni mujeres
ni la sombra confusa de las palabras.
Son la ceguera del tiempo trastabillando.
Porque los ojos están presos a cadena perpetua
los ojos son alumnos que odian el examen de la luz.
Van y vienen estas sombras de lo que nadie sabe pero que son vecinos.
Es la tormenta de la existencia que nunca se descarga.
El ir y venir entre las interrupciones.
El intento inaudito de recordar lo que nos exige ser olvidado.
Ahora miro también mi mirada
hay allí figuras ancestrales dibujadas en las fantasías de mis ojos.
Es una mirada tramposa que desdeña la carnosidad de toda la masa de carne que conforma el paisaje.
Hay figuras incrustadas en la carne que también mis ojos inventan.
Es una carne plana sin dimensiones
como un chicle pegado en la nada.
Es una ráfaga zombi
una falsa ternura que simula no estar agusanada por el miedo.
PD: Este poema lo escribí quizás en Brasil, cuando yo no era yo y miraba el mundo desde un balcón.
Escribir así se parece más a pintar la realidad que a escribirla.