Por Gordo Valor

Siempre guardé la plata en el banco

Cronicas

Hasta un bandido que usaba Itaka cayó en el sistema bancario.

Ahora escribo esto en paz, en el jardín de mi casa.

Pero durante mis años violentos, que fueron largos y agitados, después de dejar la piratería, con los muchachos de nuestra banda hicimos grandes trabajos.

Bancos, cooperativas, abrimos cajas fuertes grandes y así fuimos llenando nuestros bolsos de plata.

Fue una época de mucha abundancia y estaba claro que era posible gracias al compañerismo que teníamos.

A esa altura yo sabía mucho, pero también tenía mucho para aprender.

No sé si el resto era consciente de eso. Hoy me arrepiento de muchas cosas que hice.

No está bien robar, pero fue lo que elegí.

Funcionábamos bien. Nos iba bien. En esa época recuerdo que abrimos dos cajas fuertes grandes y apretamos a dos policías. Fueron dos bolsos gigantes de plata los que llenamos, creo que puedo todavía sentir el peso de ese bolso. Era un peso lindo, prometedor de grandes cosas. La policía estaba como loca con nosotros. Nos la tenía jurada, nos buscaba por todas partes. Yo fantaseaba con que el comisario de la zona tenía pesadillas con nuestras caras, o que soñaba que nos atrapaba, cosa que nunca logró, por lo menos en aquella época. Mientras nos buscaban, salíamos a cenar en familia, nos íbamos de vacaciones, crecíamos disfrutando mucho.

No está bien robar, pero fue lo que elegí.

Hay algo que se va y es la desesperación por subsistir. Cada trabajo, cada golpe es clave, pero a medida que crecés también es distinto. Funcionábamos bien. Nos iba bien.

En esa época recuerdo que abrimos dos cajas fuertes grandes y apretamos a dos policías.

Fueron dos bolsos gigantes de plata los que llenamos, creo que puedo todavía sentir el peso de ese bolso.

Esa tranquilidad permitía que no hiciéramos algunas cosas fuleras, como cometer secuestros. La plata era la de los botines y la teníamos todos por igual.

A ese nivel nunca tuvimos problemas. Repartíamos la plata y hacíamos un pozo. Si nos llevábamos 500 mil pesos, dejábamos 50 mil por si había algún problema. Es decir, siempre era alrededor del 10% iba al pozo común. En mi caso, yo guardaba la plata en el banco. En casa la tenía siempre, pero pasó que una vez, en 1987, me llevaron dos kilos de joyas y una mochila llena de plata.

Yo justo estaba construyendo una casa en Garín porque todo me quedaba lejos de donde yo estaba, en una quinta en General Rodríguez. Ahí me di cuenta que la guita iba a estar más segura en un banco. Aunque con lo del corralito, en 2002, todos descubrimos que la guita no está segura en ningún lado. Mi plan en ese momento era voltear una empresa automotriz muy grande. Las fábricas siempre tenían muchísima plata y entonces era un blanco más que interesante.

Me pasé días y noches haciendo cálculos y armando planes. “Si yo me llevo dos millones de dólares, tal cosa”; al rato ya pensaba en más grande, “si me llevo tres millones de dólares tal otra”, porque bueno, la diferencia de un millón es enorme. Uno dice, es un millón más, pero en verdad, es mucha plata… ¡Es un millón!

Como estrategas éramos poderosos. Yo estaba al frente y era bueno, tenía muy poco margen de error. Podíamos apretar un colectivo lleno de seguridad sin problemas, iban todos al frente y salíamos juntos. Con estrategia, siempre. Así fue que crecimos. Crecí yo y crecimos todos. A medida que evolucionás ves que hay cosas que ya no sirven más, que no valen la pena. Hasta ese momento, lo que teníamos en claro era que si conocíamos el lugar, salía todo bien.

En mi caso, para ese entonces, yo andaba con una Itaka, siempre. Todo eso dejó de ser así cuando empezamos a trabajar en Capital. Es difícil llevar una itaka en pleno microcentro, así que cargaba un maletín con una ametralladora para usar, sólo en casos de emergencia. Ahora salieron unos minifal que entran en un bolsito chico.

Me pasé días y noches haciendo cálculos y armando planes. “Si yo me llevo dos millones de dólares, tal cosa”; al rato ya pensaba en más grande, “si me llevo tres millones de dólares tal otra”, porque bueno, la diferencia de un millón es enorme. Uno dice, es un millón más, pero en verdad, es mucha plata… ¡Es un millón!

Pero más allá de la posibilidad de tener armas, teníamos tipos que pegaban mucho.

A veces desmayaban a trompadas.

Era la manera de no usar las armas. La pólvora, siempre, en caso necesario. Uno fue creciendo y se dio cuenta que había cosas que no nos servían más y una de esas fue el andar cargando la itaka. La otra fue a correr cuando comienza el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la policía, que es en el que muchas veces llevás las de ganar. Conozco a muchos pibes que se quedaron a pelear con la policía, a trompadas, mientras el resto nos íbamos con la plata. Una vez que adquiriste diez metros de ventaja, ya sabés que ganaste vos. La clave es saber que te tenés que ir sin mirar hacia atrás. Después aparecíamos nosotros con todo el dinero. También tenés que saber que muchas veces podés salir con heridas, es un enfrentamiento, no es que salís así nomás. Mi brazo guarda muchas cicatrices que con el tiempo parecen apenas un dibujo pero que en realidad son heridas de tiros por enfrentamiento.

Era el motivo por el que yo siempre andaba con chaleco antibalas, aunque reconozco que yo tengo suerte. Solía llevar armas y fingir que no tenía balas. Una vez me pasó salir de una distribuidora que tenía un patrullero que antes yo no había visto.

Le pedí que pongas las manos arriba y ahí hubo un concierto de balas, como 200 tiros.

Mataron a uno de ellos. Esa vez fue que simulé no tener balas, pero los sorprendí cuando inicié el gatilleo.

El tipo me quiso matar en ese momento y no pudo. Meses después, regresé y le robé.


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